Universo marzo-abril 2020

53 dieron como dulces, tanto que numerosos distri- buidores de material fotográfico, totalmente pri- vados de conocimientos relacionados con la as- tronomía, ganaron cantidades significativas al vender cualquier telescopio. Incluso las revistas de astronomía aumentaron en número: era posible comprar 4-5 o más del mismo idioma en los quios- cos. A estas revistas, los lectores más asiduos (y “derrochadores”) podrían agregar otras vendidas en el mercado internacional. Todo el mecanismo funcionaba a la perfección: los fabricantes y minoristas de telescopios financiaban las revistas, que eran el vivero de nuevos clientes de esos mismos comerciantes. Lo que debería ha- ber sido el objetivo principal de estas revistas, es decir, la difusión de la astronomía, en muchos ca- sos fue relegado a un segundo plano o, peor aún, adaptado al objetivo deseado por los anunciantes más influyentes. Afortunadamente, al menos has- ta finales de la década de 1980 o un poco más, casi todos los contenidos de las revistas de astronomía todavía eran prerrogativas de divulgadores exper- tos que a menudo tenían un conocimiento práctico notable del cielo. En ese momento, los textos eran aún más importantes que las imágenes, y “ser” era aún más importante que “aparecer”. Este escenario dio un vuelco a partir de principios de los 90 con la difusión de los dispositivos CCD para uso astrofotográfico. En el mundo de los afi- cionados tradicionales, comenzaron a infiltrarse as- trofotógrafos improvisados, quienes solo por ser más ricos que los demás, podían permitirse CCD y computadoras más caras, y por lo tanto, imágenes más espectaculares. Las revistas de astronomía comenzaron a dar más y más espacio a trabajos puramente estéticos, sacrificando la información científica en muchos casos. Inevitablemente, el mundo de la astronomía aficionada, con las revis- tas como ejemplo y referencia, siguió la misma evolución, produciendo una cantidad de astrofo- tógrafos expertos en sensores CCD y apilamiento de imágenes, pero a menudo ignorantes de la na- turaleza de lo que estaban fotografiando. El astrónomo aficionado promedio ya no estaba in- teresado en recolectar directamente con sus pro- pios ojos los fotones emitidos por las maravillas del cosmos. ¡Ahora prefería observar la luz emitida por UNIVERSO Llegan los CCD, una revolución a la baja

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