Universo enero-febrero 2022
11 ENERO-FEBRERO 2022 ASTRO PUBLISHING UNIVERSO ! L a señal de BLC1. Cada panel del grá- fico es una observación hacia Pró- xima Centauri (“ON target”), o hacia una fuente de referencia (“OFF tar- get”). BLC1 es la línea amarilla a la de- riva, y sólo está presente cuando el telescopio apunta a Próxima Centau- ri. [Smith et al., Nature Astronomy] lidad de que existan simultánea- mente dos civilizaciones del mismo nivel tecnológico en torno a dos es- trellas tan cercanas. Con nuestra ci- vilización como único ejemplo, no podemos imaginar desde cuándo otras civilizaciones pueden producir y producirán tecnofirmas en el ám- bito radioeléctrico. Sin embargo, sa- bemos que nuestra galaxia tiene al menos 13000 millones de años (aun- que al principio era muy diferente a como la percibimos hoy) y que la hu- manidad ha sido capaz de producir señales de radio desde hace aproxi- madamente un siglo. Si comparamos estos dos datos con la duración de un año terrestre (la edad de la Vía Lác- tea), nos damos cuenta de que em- pezamos a producir señales de radio a sólo 0,2 segundos del final del año. ¿Es razonable suponer que otra ci- vilización tecnológica podría ser con- temporánea nuestra, y que se en- cuentra en el exoplaneta de la zona habitable más cercano? Desde el punto de vista probabilístico, esta hi- pótesis no es razonable, ni siquiera teniendo en cuenta que al haberse originado a partir de nubes proto- estelares distintas, el Sol y Próxima Centauri estaban en el pasado cierta- mente más distantes que en nuestra época. El momento de la coexistencia de las dos “radiocivilizaciones” segui- ría siendo, sin embargo, improbable, a menos que existan millones de civi- lizaciones tecnológicas en la Vía Lác- tea. Si fueran tantas, es probable que algunas de ellas ya hubieran contac- tado con nosotros. Sin embargo, el hecho de no haberlo hecho también podría ser la demostración de que existe vida verdaderamente inteli- gente en el universo... La lección que podemos aprender de la historia de BLC1 es que hoy en día sí podemos captar señales de radio alienígenas suficientemente potentes, aunque no parece tan fácil reconocerlas en el océano de interferencias que nosotros mismos producimos. Lo cierto es que somos nosotros los que usamos radiofre- cuencias, y nada indica que cual- quier civilización tecnológica aliení- gena deba necesariamente tomar la misma decisión para comunicar- se con otros mundos. Para hacernos una idea de cómo están montados los principales programas del SETI en la actualidad, imaginemos que estamos en un gran estadio lleno de aficionados que apoyan todos al equipo local a pleno pulmón, con la excepción (quizás) de un aficionado que apoya al equipo contrario. Lo que tratamos de hacer es aislar la voz de este último sin saber siquiera qué dice y dónde está sentado. ¿No sería menos aleatorio buscar una bandera de otro color en las zonas reservadas a los invitados?
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